por Pedro Luna Monroy
Que envuelve la atmósfera desolada,
Caminando errante va una figura
Que parece triste y desorientada.
Su triste rostro dibuja gran miedo,
Tristeza y amargura espeluznante;
Caminando va casi medio ciego,
Caminando va un triste perro errante.
Atravesando la noche sombría
Se va lamentando una sombra roja
Ensangrentada, desolada y coja.
Viandante triste y sin sosiego alguno,
Viandante triste porque esta tuerto.
Nunca tuvo dos ojos, sólo uno.
Por su suerte vive como muerto
Con sus amigos, Soledad y Ayuno,
Como un mendigo,
En medio del desierto.
En un momento de melancolía
El perro tuerto detuvo su paso,
Y su mirada tonta y fría,
Se congeló de frente al suelo raso.
Enclavada está su triste mirada,
Esta absorta, perpleja, sorprendida,
Por alguna razón está perdida.
Su triste andar expone la amargura
De la triste esperanza que yace rota,
Con un ojo tuerto que dolor denota.
Inspirado por un perpetuo dolor,
El perro tuerto abrió sus fauces,
Y su cantar punzante, falto de amor,
Resonó explotando en negros cauces.
Acompañado de perros y gatos,
Cual navegante que sin marineros rema,
Escribió unos cuantos garabatos
Y de este modo ladró su poema:
¡Miremos
atentamente
Nuestro
mundo tenebroso!
Escuchad
los ayes dolientes
Del
mundo que vive lloroso.
Las
paredes van gritando,
Observad
sus cicatrices,
El
dolor las ha marcado
Y
las ha tornado grises.
Feas
cadenas transparentes
De
los pies al hombre ciñen,
Cual
terríficas serpientes
Que
de miedo y temor viven.
Millares
de nombres poseen
Las
repugnantes serpientes;
Celos,
Soledad y Muerte,
Son
sus nombres más corrientes
Concluyendo su último verso
Su ladrido se esfumo,
Y sin valer ningún esfuerzo,
El perro tuerto murió.